Las palabras “terrorismo” y “terrorista” se han convertido en invitadas incómodas en el devenir diario de los ciudadanos de casi todos los países. Están en la televisión y en los diarios, en las redes sociales y en los discursos de funcionarios y líderes políticos y comunitarios.
La decisión de abordar el terrorismo como un problema a analizar, además de una cuestión a resolver, es una tarea que decidieron emprender desde un proyecto integrado por docentes y estudiantes de las tres universidades de Tucumán, con la creación de un Observatorio Universitario de Terrorismo (OUT), integrado por docentes y estudiantes de las universidades Santo Tomás de Aquino, Nacional de Tucumán y San Pablo-T. El OUT está inserto en el Consejo Federal de Estudios Internacionales, y ya produjo su primer informe, correspondiente a marzo.
“El terrorismo representa un problema en el más estricto sentido del término; un problema que afecta la vida, la seguridad y el bienestar de muchas sociedades contemporáneas, pero también un problema teórico que ha suscitado fuertes debates conceptuales, metodológicos y hermenéuticos”, consigna el proyecto del Observatorio, que se presenta “como un espacio que aspira a fomentar el análisis del tema; a abrir el debate y la reflexión sobre el fenómeno en los claustros universitarios, y también, a instalarlo en nuestro medio, a partir de la colaboración de los medios de comunicación”.
La fundamentación del proyecto, bajo la dirección de Patricia Kreibohm y la coordinación de Jessica Petrino, indica que esta “fuente de perplejidad y de angustia, que perturba a muchas comunidades del sistema internacional” es un tema que divide a quienes lo justifican como una forma legítima de acción armada, y quienes lo consideran como un crimen, e inadmisible. “Nos encontramos ante la manifestación de un fenómeno histórico, cuya incidencia en la vida social ha sido profundamente significativa, no sólo por los efectos intrínsecos de sus actos, sino porque el terrorismo se convirtió, ocasionalmente, en catalizador de procesos de mayor envergadura, complejidad y violencia. En ciertas circunstancias, las acciones terroristas desencadenaron guerras, invasiones y conflictos que comprometieron la paz y la estabilidad del sistema internacional en su conjunto”, dice Kreibohm, que es Magíster en Relaciones Internacionales, especializada en “terrorismo contemporáneo”.
Ante esta situación, existe una responsabilidad, como Estado democrático y como país que aspira a integrarse al mundo, más allá de la posibilidad real o cercana de que Argentina sea un blanco para estos grupos, asegura.
Un elemento a tener en cuenta es que los medios de comunicación dan a conocer los atentados de mayor envergadura, o los que están en países centrales. Por eso es importante visibilizar -por ejemplo- que, solamente en marzo de este año, hubo más de 900 muertos en atentados en todo el mundo, una gran parte de ellos, en países de África y Asia.
El observatorio se propone registrar los ataques terroristas en el mundo, analizar datos de dichas acciones (tácticas, organizaciones, impacto de victimización, contexto en el que se producen), propiciar el debate, fomentar la capacitación de recursos humanos, y generar herramientas metodológicas para dicho debate.
Aentados por región
MEDIO ORIENTE
Afganistán
32 atentados
294 muertos
90 heridos
Organizaciones: Talibán, grupos yihadistas vinculados a Daesh/ISIS y otras relacionadas con Al Qaeda.
El Talibán fue responsable de 26 de los 32 atentados mencionados, con 230 muertos (211 eran miembros de las fuerzas de seguridad: soldados, policías, guardias fronterizos y vigilantes).
Siria
6 atentados
32 muertos
65 heridos
Organizaciones: islámicas radicalizadas, vinculadas a Daesh/ISIS, Al-Nusra y Al-Qaeda.
ÁFRICA
Varios países del continente están sumidos en violentos conflictos internos e interestatales. Mali, Somalia, Burkina Faso y Nigeria son escenarios de disputa entre grupos étnicos y religiosos; con la irrupción de organizaciones islámicas radicalizadas y la pérdida de control político y militar por parte de los gobiernos. Allí, la actividad terrorista es una de las formas de violencia, que implementa -en algunos casos- de manera complementaria.
Mali
Desde 2012, vive un conflicto interno sumamente violento debido a que distintos grupos yihadistas y rebeldes tomaron el control de la región norte. La violencia entre distintas etnias produjo más de 260.000 refugiados y un número indeterminado de muertos por enfrentamientos armados. Desde entonces, han empezado a operar en el país organizaciones yihadistas, vinculadas a Al Qaeda.
Somalia
Los ataques con bombas, los asesinatos y los secuestros que los grupos extremistas llevan a cabo de forma regular, sumados a la impotencia del gobierno para controlar la situación, hace que los especialistas se refieran a Somalia como un Estado inviable. El grupo terrorista más activo es Al-Shabab, relacionado con Al Qaeda, red a la que se unió formalmente en 2012.
Nigeria y Burkina Faso
La miseria, la desigualdad, la impotencia gubernamental y el deterioro ambiental son el caldo de cultivo para organizaciones radicales que inciden en la estructura política, social y cultural de estos Estados. Boko Haram, ligada a Daesh/ISIS, se ha extendido desde Nigeria, hacia Camerún, Chad, Níger y Malí y ha proclamado la creación del califato “Provincia de África Occidental”.
SUDESTE ASIÁTICO Y OCEANÍA
Nueva Zelanda
El atentado contra dos mezquitas en Christchurch, Nueva Zelanda, que dejó 50 muertos y más de 60 heridos, fue perpetrado por un australiano descripto como un ultraderechista islamófobo. El agresor disparó con un arma automática en una de las mezquitas y retransmitió el atentado por las redes sociales, con una cámara adherida a su cuerpo. Este ataque pertenece a una nueva categoría: la de los supremacistas blancos. Sus autores tienen ideologías xenófobas y racistas y actúan contra inmigrantes, minorías étnicas y religiosas. El de Nueva Zelanda es el más letal de su tipo desde la masacre en Noruega, en 2011.